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El emperador bizantino

28 Nov

El emperador contemplaba con evidente aire orgulloso la entrada a su gran ciudad: Bizancio. Se mostraba como una figura imponente. Sus pestañas incoloras dejaban ver unos ojos llenos de fuerza y pasión. Sus musculosos brazos, su gran altura y esos oros bizantinos que colgaban de su cuello contribuían a su imagen de hombre poderoso.

A sus espaldas, se expandía una extensa llanura. La lluvia había dejado huella al embarrar gran parte del terreno, que desprendía un olor marronoso pero agradable.

Miles de kilómetros por encima de la cabeza del emperador, las nubes típicas de esta época se agolpaban en el cielo, aunque dejaban pequeños azules, dando lugar a una escena de otoño untuoso, dulce y romántico. El emperador se volvió. Los enemigos se acercaban. No había más tiempo de admirar su Imperio. Ahora tocaba defenderlo.

Heraclio caminó rápidamente por las calles de Bizancio. No fue consciente de cómo los habitantes de la urbe le miraban con ojos curiosos, preocupados y a la vez esperanzados. Sabían quién era él y a dónde se dirigía. Por todos era conocido que Heraclio era uno de los hombres cercanos a Constantino y que estaría entre los encargados de resolver esta crisis. De él y de otros pocos dependería el destino de la ciudad. Además, llegados a este punto, ese destino ya no admitía medias tintas: salvación y vuelta a los tiempos de gloria… o destrucción.
Cuando llegó a la residencia de su líder, a Heraclio se le ocurrió por primera vez en su vida pensar en lo poco que había tardado en andar hasta allí. ¿Cuánto tardarían los enemigos en arrasarlo todo? Su querida Bizancio, conquistada y derrumbada en unos pocos minutos… Quizá era mejor morir antes que tener que ver eso. «No, quizá no», pensó. «¡Seguro! Morirían en la batalla si fuese necesario.»

Llamó a la puerta de la casa, y le recibió inmediatamente Helena, esposa del emperador. Heraclio entró casi sin saludar y avanzó hasta la habitación principal, donde siempre se reunían los grandes personajes del Imperio Bizantino. Allí esperaban ya sentados Belisario y Nicéforo Uranos. La seriedad que reinaba en el ambiente era obvia. En cuanto a la oscuridad habitual en los días nubosos, tampoco ayudaba a animar a los presentes.
– Señores —se limitó a decir Heraclio.
Ni Belisario ni Uranos le contestaron, sino que inclinaron la cabeza como único saludo. Helena se asomó para anunciar que Constantino llegaría en seguida.
– ¿Dónde está? —preguntó de forma seca Belisario.

– Ya le conocéis, ha ido a dar una vuelta. Quería estar solo.

– No es momento de dar vueltas. Hay que actuar con urgencia. Ya debería estar aquí.

Heraclio observó a Belisario. No era ningún secreto que él y Constantino eran rivales políticos y que Belisario aprovecharía cualquier oportunidad para intentar derrocar al Emperador y tomar el poder del Imperio. Pero Constantino le había permitido mantenerse entre los hombres poderosos de la ciudad porque sabía de las posibles consecuencias de un enfrentamiento directo con Belisario: división de opiniones, pérdida de popularidad… no, era mejor tenerlo cerca y controlado.

– Debe de estar a punto de llegar —contestó Helena con evidente desprecio.

Se marchó y, de nuevo, reinó el silencio.

Continuará…

 
2 comentarios

Publicado por en 28 noviembre, 2011 en Relatos cortos

 

2 Respuestas a “El emperador bizantino

  1. El criticón

    21 diciembre, 2011 at 22:54

    Buenas,

    Encantado de conocerte. Mi propósito al escribir aqui es comentarte que me parece una magnífica idea la que has tenido al escribir sobre el imperio bizantino, tan magnífica que pienso seguir tanto como pueda el proceso en el que te has embarcado.

    Pero me gustaría hacer una observación. El relato está basado en hechos reales??, digamoslo de otro modo, los personajes son contemporáneos?? He investigado un poco, el otro poco lo llevo de bagaje cultural y creo que el emperador al que sirvió Flavio Belisario era a Justiniano el Grande, es por esto que no se si es posible que hayas cometido algún error en cuanto a los nombres. También puede ser interesante dar la información de que en torno al 320 el nombre de la capital fue cambiado a Constantinopla.Por lo demás muy interesante y personalmente creo que para la gente que desconozca de este magnífico imperio puede servirles para interesarse

    Un saludo

     
  2. Pablo Beagles

    30 enero, 2012 at 20:59

    Hola,
    Lo primero agradecer que sigas este relato y el blog en general. Gracias también por tu pregunta porque esto es algo que me parece importante aclarar: «El emperador bizantino» no pretende ser fiel a la Historia real. El 90% de la trama es producto de mi imaginación y, como bien dices, esto se nota especialmente en que algunos personajes no se corresponden con el papel que tuvieron en la realidad. Por ejemplo, además del que ya has mencionado, Heraclio (Flavius Heraclius Augustus) fue en realidad un Emperador posterior a Constantino. Por lo tanto, repito que no tengo problema en reconocer esto, ya que en ningún momento he querido escribir un relato que reprodujera lo acontecido durante el Imperio Bizantino.
    Sí son reales algunos de los detalles del modo de vida y organización social o militar que aparecen y que seguirán apareciendo, como, por ejemplo, la explicación sobre los stratiotoi.

    Un saludo

     

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