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Archivo del Autor: K. Sanz Botín

NOVIAS DESPECHADAS ASESINAS

Ayer por la mañana escuché por la calle: «me dejó en la estocada» y, la verdad, me hizo mucha gracia.

La expresión “dejar a alguien en la estacada” hace referencia a la situación a la que se tiene que enfrentar un soldado que ha sido mandado a defender la primera estacada mientras otros se refugian en segundas posiciones. Una estacada es, tomando como referencia el diccionario de uso de la Real Academia Española, «una hilera de estacas clavadas en tierra verticalmente como a medio decímetro de distancia unas de otras, aseguradas con listones horizontales [que] se colocaba sobre la banqueta del camino cubierto, en los atrincheramientos o en otros sitios». Por tanto, “me dejó en la estacada” puede interpretarse como “me abandonó en una situación de peligro o muy comprometida”.

Sin embargo, como bien sabrá aquel peatón tan simpático y alegre al que me sorprendí espiando –…que no expiando…-, también existe en nuestro idioma la voz “estocada”, que se refiere al golpe punzante causado por una espada o similar, así como a la herida causada por él. Lo que muy probablemente desconoce es que lo que todos podíamos haber sacado en conclusión de su intervención tiene que ver con una ruptura sentimental durante un combate de esgrima.

En cualquier caso, espero que jamás tenga que sufrir la traumática experiencia de ser «dejado en la estocada».

 
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Publicado por en 19 diciembre, 2011 en Azote lingüístico, Ruegos y preguntas

 

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Y ya pronto veremos a la Bella Durmiente bailando tectónic en algún garito ibicenco, sin sueño y sin su camello

Buenas noches. Estaba yo escuchando distraídamente la televisión, cuando de pronto he escuchado la frase “narcotraficante de cocaína”. Entonces toda mi atención se ha concentrado en esa frase.

Me he quedado pensativo durante un tiempo, buscando en mi cabeza las razones por las que aquello no me sonaba del todo bien, y no lo he encontrado por ninguna parte… salvo, claro está, en mi diccionario etimológico.

“Narco” (ναρκη) es una raíz griega con un significado equivalente a torpor y a adormecimiento, y con tal significado se hace presente en palabras como “narcolepsia”, patología “caracterizada por accesos irresistibles de sueño profundo”, como de hecho la define nuestra señora Academia.

La palabra narcotraficante, a su vez, es una voz compuesta por los vocablos “narcótico” y “traficante”. Esto se debe a que en origen se refería a aquel individuo que traficaba ilícitamente con narcóticos, tipo de sustancia cuyos efectos radican en el sopor, la relajación y la pérdida de sensibilidad (como el opio, la belladona, o la heroína).

Y, sin embargo, el presentador ha tenido el valor de hablar de un “narcotraficante de cocaína”, cuando los efectos de esta droga son precisamente opuestos a “lo narco”, en cuanto a que se trata de un estimulador del sistema nervioso y no de un estupefaciente que provoque adormecimiento.

Con esta incongruencia tan grande en una expresión tan pequeña, no he podido resistir la tentación de consultar en el diccionario de uso de la Real Academia Española la definición “exacta” del vocablo “narcotraficante”, y el resultado ha sido este:

Narcotraficante: 1. adj. Que trafica con estupefacientes. U. t. c. s.

¿Qué hemos de pensar ante una paradoja tan grande del idioma? Tal vez se haya tomado tal decisión por la misma cuestión de pragmatismo permisivo por el que la RAE se está caracterizando “últimamente”, me permito decir. Es normal que la evolución de las palabras empiece con cambios más o menos sutiles en el significado de determinados conceptos. Es natural que los hispanohablantes hayan comenzado a referirse a los “narcotraficantes” como aquellas personas que hacen negocios ilícitos con todo tipo de estupefaciente, como un sinónimo más de “camello”, sin atender a su origen ni a su significado. Al fin y al cabo, las palabras varían con la sociedad y con el uso que éstas les dé, como características básicas de una lengua que está viva y, por ende, en constante evolución, pero no sé hasta qué punto se puede desvincular a una palabra de su origen de una manera tan radical.

¿Qué piensan ustedes? ¿Quién creen que tiene potestad para tomar estas decisiones? ¿Creen que las generaciones futuras serán capaces de escuchar la palabra “narcotráfico” sin relacionarla con el “tráfico de narcóticos”?

 
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Publicado por en 16 diciembre, 2011 en Azote lingüístico, Ruegos y preguntas

 

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¡Menos mal que tenía un buen JULANDRÓN para arrastrar el convoy!

Esta semana os traigo una palabra bastante particular. Estoy hablando del vocablo «julandrón».
Solemos entender por «julandrón» un sinónimo de «hombre homosexual», en especial de aquéllos popularmente conocidos como «faraonas» o «locas». Sin embargo, ¿de dónde procede este término tan lamentablemente peyorativo?
Es muy complicado dar con un origen exacto para esta voz tan coloquial a la que apenas se le dedican dos palabras en el diccionario de uso de la Real Academia Española. No obstante, sí hay quien tiene sus propias ideas sobre cuál puede ser su etimología. El doctor Pancracio Celdrán en su publicación «El gran libro de los insultos» (sí; efectivamente sólo la primera inicial de un título ha de escribirse mayúscula) sostiene la hipótesis de que su origen se encuentra en la palabra «julo», nombre generalmente utilizado para referirnos a un mulo o asno grande que va a la vanguardia de un grupo de animales de carga. Así, «julandrón» sería su correspondiente aumentativo despectivo, tal y como se utilizaba a finales del siglo XV.

 
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Publicado por en 5 diciembre, 2011 en Ruegos y preguntas

 

¡Me bailan las letras!

¡Hola a todos! Os presento una curiosidad que tal vez no sepáis.

Los antiguos romanos utilizaban el vocablo «hiems» para referirse al invierno, a partir del que surgió el adjetivo castellano «hiemal», un cultismo en toda regla. Sin embargo, ésta no fue la única evolución del concepto latino.

Cuando durante la conquista romana éstos cesaban su actividad debido al frío y a las malas condiciones meteorológicas -prácticamente todas las grandes guerras se han llevado a cabo en verano-, se guarecían en sus cuarteles de invierno, a los que se les conocía como «hiberna». De este término surgiría la extendida raíz: «hiber-«, como «hibernar», «hibernación», «hibernal»…

Sin embargo, paralelamente, en una época donde el castellano todavía se hallaba en proceso de normalización (con toda seguridad anterior al siglo XVI), algunos lingüistas decidieron explicar esta palabra como fruto de la unión entre el prefijo latino «-in», que expresa oposición, y el vocablo, «vernus», que hace referencia a todo lo relativo a la primavera -de éste proviene, de hecho, el adjetivo «vernal»-. Así se dio lugar artificialmente a la palabra «invernal», y su familia léxica: «invierno», «inviernar», «invernadero»…

Y por esta razón hay tantas palabras que, aun similares y con significados análogos, han de ser escritas de forma diferente, como“hibernal” e “invernal”, o “hibernar” e “invernar”, ¡pero ojo!:

¡¡Que a nadie se le ocurra escribir “hibernadero”!!

 
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Publicado por en 25 noviembre, 2011 en Ruegos y preguntas

 

¿Que chupa qué?

¡Muy buenas tardes a todos!

Hoy vamos a hablar de una prenda de vestir que desde finales del siglo XVI no se ha apartado de nuestra cultura ni de nuestros armarios, que pasó de ser una parte fundamental de la vestimenta de los soldados españoles en las Indias a convertirse en toda una insignia del género urbano más canallesco en el siglo XX: la chupa.

Pero… ¿de dónde proviene este término? ¿Tiene acaso algo que ver con el verbo de igual nombre? La chupa, tal y como lo define la señora Academia, es una especie de chaqueta corta y ajustada a la cadera, de línea deportiva, hecha de material resistente, como paño, cuero, etc. Sin embargo, ¿siempre ha significado lo mismo?

Para los antiguos árabes, ǧubbah era una prenda de abrigo similar al gabán, largo y con mangas, cuyo nombre llegaría a Europa con pequeñas modificaciones y adaptaciones fonéticas, como pueden ser las españolas «aljuba», o «juba», o «jubón». Por ello, se aceptó que el término “chupa” era una evolución del vocablo hispánico “aljuba”.

Sin embargo, hasta el año 2001 no se reflejó en el DRAE otra hipótesis etimológica que buscaba explicar lo inusualmente tardía que había sido la incorporación de la “Ch” en esta palabra, que podemos encontrar ya en algunos documentos del siglo XVII. Esta teoría postula que se trata de un préstamo tomado de otra lengua románica, en este caso el francés. Así, al igual que «chaleco» procede -como se cree- del italiano «giulecco», «chupa» tiene su origen en el francés «jupe», que por la época en que el castellano la asimiló no significaba falda, como en la actualidad, sino que se refería a un tipo de chaqueta masculina bastante ajustada que solía llevarse por debajo de la casaca.

 
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Publicado por en 18 noviembre, 2011 en Ruegos y preguntas

 

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