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Archivo del Autor: Pablo Beagles

El Emperador Bizantino (III)

Heraclio se levantó indignado y elevó la voz más de lo habitual en él: – ‘¿Insinúas que el gran Emperador ha engañado a su pueblo?’ Pero Belisario permaneció sentado y contestó con calma y una medio sonrisa a las acusaciones de su compañero de mesa: ‘Yo sólo transmito la información que me ha llegado, Heraclio. Constantino debe estar siempre al tanto de lo que ocurre en el seno de su ciudad.’ Heraclio volvió a sentarse, aunque su cara reflejaba la ira que se seguía acumulando en su cuerpo. Constantino había permanecido impasible ante la noticia y la posterior escena, pero aclaró su garganta y todos callaron.
– ‘Si lo que dices es cierto, tenemos un gran problema, Belisario.’ Lo dijo con seriedad, pero con una firmeza y una seguridad que hacía pensar que él solucionaría eso y mucho más, si hiciera falta.
‘Las malas lenguas siempre han sido la raíz del principio del fin de muchos Imperios. ¿Acaso no fue el gran César asesinado por culpa de la viperina lengua de su amado Bruto, cuyas conspiraciones acabaron con uno de los grandes Emperadores de la historia? Traicionado por sus hombres más cercanos, matado por la espalda…’
Mientras decía esto, miraba todo el rato a Belisario, que no fue capaz de mantener la mirada durante más de dos o tres segundos. ¿Sabía algo Constantino? Continuó hablando, despacio y con serenidad: ‘Sí, mi querido Belisario… debemos tener cuidado… nuestro Imperio pasa por un momento peligroso, y haríamos mal en no estar pendientes de esas malas lenguas.’
Un silencio tenso siguió a estas palabras. Heraclio incluso llego a pensar que Constantino iba a abalanzarse sobre Belisario. Belisario miraba a Uranos como quien pide auxilio, pero su mirada no fue correspondida por éste, que observaba a Constantino con una mezcla de temor y admiración.

Entonces algo cambió en la expresión de Constantino, que sonrió, se levantó rápidamente y dijo: “Bien, sabéis lo que debéis hacer. Contactad con los generales. Esta misma tarde nos veremos en la puerta de la Muralla Este y empezaremos a organizar las defensas. Esta ciudad ha sobrevivido a decenas de asedios y volverá a hacerlo.”

Belisario, Heraclio y Uranos supieron que la reunión había terminado. Se levantaron, y, sin dirigirse la palabra, abandonaron cabizbajos y pensativos la casa.

 

En cuanto Heraclio entró por la puerta de su hogar, su esposa Irene supo que algo grave ocurría. La cara de su marido reflejaba una angustia y preocupación poco habituales en él. Cuando le preguntó que ocurría, Heraclio la miró a los ojos y dijo: “Los eslavos nos atacan. Ya están aquí.”

El gesto de horror de su mujer no hizo que se contuviera a la hora de seguir contándole lo ocurrido. Siempre le había sido sincero sob.re cualquier tema y no iba a hacer una excepción ahora que sus vidas corrían peligro: “Pero eso no es lo peor. A los enemigos estamos acostumbrados. Los hemos vencido antes. Lo que no es normal en Bizancio es la desunión. Por primera vez en mi vida, Irene, creo que la autoridad del Emperador está en peligro. Si nos destruimos a nosotros mismos, si no nos mantenemos juntos, los eslavos podrían ser un enemigo más temible que cualquier otro.”

Irene se acercó a Heraclio. Ahora que se había desahogado parecía aún más agobiado que al entrar. Aunque el miedo le corroía por dentro, Irene intentó mantener la calma. “¿Por qué dices eso? Todo el mundo en este lugar ama y respeta al Emperador. Jamás le abandonarían.” Heraclio intentó replicar, pero su esposa le besó brusca pero tiernamente en la boca. Mientras unía sus labios a los de la mujer a la que amaba, se convenció a sí mismo de que ocultar información no era dejar de ser sincero. Además, cuanta menos gente supiera que Belisario tramaba algo, mejor.

En ese momento, aparecieron Elia y Zoe. Heraclio sintió como si alguien le agarrase el estómago por dentro al ver a sus dos hijas correr hacia él. No puedo evitar pensar durante un instante en la cruel posibilidad de su muerte. La pequeña Zoe se echó sobre él con una amplia sonrisa mientras que Elia, de once años, obligó a su madre a volver a la cocina para continuar enseñándole el arte de preparar la comida. Cuando se quedaron solos, Heraclio devolvió la sonrisa a Zoe, aunque en realidad lo que más le apetecía no era sonreír, sino llorar.

 
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Publicado por en 20 febrero, 2012 en Uncategorized

 

El emperador bizantino (II)

Transcurrieron diez minutos hasta que el emperador Constantino regresó a su casa justo en la entrada a Bizancio para debatir con los grandes hombres de la ciudad.

Al entrar al habitáculo donde se le esperaba no fue recibido con gran simpatía, pero tampoco nadie le reprochó la tardanza, aunque Belisario abrió la boca durante un par de segundos como si fuera a decir algo.

Constantino se sentó en la última silla libre y dijo:

– La situación es grave.

No obtuvo reacción alguna de ninguno de los presentes, por lo que continuó:

– Los enemigos han pasado ya las montañas. Estarán aquí dentro de dos días, a más tardar.

Esta vez sus palabras sí conmovieron a su público. Belisario y Uranos se miraron con cara de horror, mientras que Heraclio elevó las cejas en señal de sorpresa. El primero en reaccionar fue Uranos.

– ¿Dos días? Eso casi no nos deja tiempo para preparar las defensas.

– Hay que avisar de inmediato a los strategos —intervino Heraclio.

– Y a los stratiotai —añadió Uranos.

– No creo que los stratiotai nos ayuden demasiado… —dijo Belisario.

Todos se giraron hacia él. Belisario los miró con ese aire de sabiduría que le otorgaba el conocer algún dato que los demás desconocían.

– Desde hace meses las malas cosechas azotan Bizancio. Hay fuertes rumores de que los stratiotai planean cesar su fidelidad al Emperador. Creen que se les ha engañado y que las tierras que les fueron entregadas no son fértiles.

Los strategos eran los comandantes del ejército bizantino. De hecho, tanto Uranos como Belisario y Heraclio eran strategos, pero además intervenían en las grandes decisiones por deseo del Emperador. Cada stratego tenía a su disposición a una parte del ejército.

Sin embargo, una parte crucial de las defensas la constituían los stratiotai. Estos eran campesinos-militares. Habían gozado de cierto entrenamiento militar, aunque menos que aquellos dedicados de manera exclusiva al ejército. El Emperador les entregaba unas tierras cultivables a cambio de que ellos, en caso de que fuera necesario, se unieran al ejército y combatieran a los enemigos. Esta organización era clave para el éxito del Imperio Bizantino. Muchos de los habitantes poseían este tipo de pequeños cultivos, por lo que se podía contar con una gran parte de la población para cualquier batalla. Si lo que Belisario decía era cierto, y los stratiotai no iban a unirse al ejército, era un golpe muy duro para Bizancio, y en particular para Constantino.

 
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Publicado por en 8 diciembre, 2011 en Relatos cortos

 

El emperador bizantino

El emperador contemplaba con evidente aire orgulloso la entrada a su gran ciudad: Bizancio. Se mostraba como una figura imponente. Sus pestañas incoloras dejaban ver unos ojos llenos de fuerza y pasión. Sus musculosos brazos, su gran altura y esos oros bizantinos que colgaban de su cuello contribuían a su imagen de hombre poderoso.

A sus espaldas, se expandía una extensa llanura. La lluvia había dejado huella al embarrar gran parte del terreno, que desprendía un olor marronoso pero agradable.

Miles de kilómetros por encima de la cabeza del emperador, las nubes típicas de esta época se agolpaban en el cielo, aunque dejaban pequeños azules, dando lugar a una escena de otoño untuoso, dulce y romántico. El emperador se volvió. Los enemigos se acercaban. No había más tiempo de admirar su Imperio. Ahora tocaba defenderlo.

Heraclio caminó rápidamente por las calles de Bizancio. No fue consciente de cómo los habitantes de la urbe le miraban con ojos curiosos, preocupados y a la vez esperanzados. Sabían quién era él y a dónde se dirigía. Por todos era conocido que Heraclio era uno de los hombres cercanos a Constantino y que estaría entre los encargados de resolver esta crisis. De él y de otros pocos dependería el destino de la ciudad. Además, llegados a este punto, ese destino ya no admitía medias tintas: salvación y vuelta a los tiempos de gloria… o destrucción.
Cuando llegó a la residencia de su líder, a Heraclio se le ocurrió por primera vez en su vida pensar en lo poco que había tardado en andar hasta allí. ¿Cuánto tardarían los enemigos en arrasarlo todo? Su querida Bizancio, conquistada y derrumbada en unos pocos minutos… Quizá era mejor morir antes que tener que ver eso. «No, quizá no», pensó. «¡Seguro! Morirían en la batalla si fuese necesario.»

Llamó a la puerta de la casa, y le recibió inmediatamente Helena, esposa del emperador. Heraclio entró casi sin saludar y avanzó hasta la habitación principal, donde siempre se reunían los grandes personajes del Imperio Bizantino. Allí esperaban ya sentados Belisario y Nicéforo Uranos. La seriedad que reinaba en el ambiente era obvia. En cuanto a la oscuridad habitual en los días nubosos, tampoco ayudaba a animar a los presentes.
– Señores —se limitó a decir Heraclio.
Ni Belisario ni Uranos le contestaron, sino que inclinaron la cabeza como único saludo. Helena se asomó para anunciar que Constantino llegaría en seguida.
– ¿Dónde está? —preguntó de forma seca Belisario.

– Ya le conocéis, ha ido a dar una vuelta. Quería estar solo.

– No es momento de dar vueltas. Hay que actuar con urgencia. Ya debería estar aquí.

Heraclio observó a Belisario. No era ningún secreto que él y Constantino eran rivales políticos y que Belisario aprovecharía cualquier oportunidad para intentar derrocar al Emperador y tomar el poder del Imperio. Pero Constantino le había permitido mantenerse entre los hombres poderosos de la ciudad porque sabía de las posibles consecuencias de un enfrentamiento directo con Belisario: división de opiniones, pérdida de popularidad… no, era mejor tenerlo cerca y controlado.

– Debe de estar a punto de llegar —contestó Helena con evidente desprecio.

Se marchó y, de nuevo, reinó el silencio.

Continuará…

 
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Publicado por en 28 noviembre, 2011 en Relatos cortos

 

Colgar el sambenito

Ayer nos mandó un e-mail uno de nuestros lectores preguntando sobre el significado y origen del dicho “colgar un sambenito”.

Se refiere a culpar a alguien de algo, sobre todo si es inocente, aunque también puede hacer referencia a dar mala fama a alguien, generalmente de forma injustificada o inmerecida. Por ejemplo: Desde que rompió aquel jarrón, le han colgado el sambenito de torpe. Esta frase equivaldría a decir que le han dado fama de torpe.

En cuanto al origen, la palabra “sambenito” no tiene relación con ningún santo de nombre Benito, sino que es una especie de saco de lana que se colgaban a modo de túnica los cristianos de la Edad Media que mostraban arrepentimiento por algún pecado. En un principio, se le llamó “saco bendito”, que en el lenguaje popular evolucionó a “san bendito” y, finalmente, a “sambenito”.

Desde entonces, la expresión se usó para marcar a alguien sospechoso de haber obrado mal.

 
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Publicado por en 16 noviembre, 2011 en Ruegos y preguntas

 

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El truco del sombrero

Esta mañana nos hacía David una pregunta cuya respuesta es una historia muy interesante. David quería saber de dónde viene la expresión «hat-trick», utilizada en el fútbol para decir que un futbolista ha marcado tres goles en un solo partido. En inglés significa literalmente «el truco del sombrero».

Viene nada menos que del siglo XIX, y no del fútbol, sino del cricket. Para quien no lo sepa, el cricket es un deporte originado en Inglaterra, parecido al béisbol y muy popular entre los ingleses pero también en otros países como India y Australia.

En el siglo XIX, un jugador de cricket llamado Stephenson eliminó a tres contrarios seguidos. Conviene aclarar, para los que no conozcan el deporte, que esto es un logro casi imposible de conseguir. Como premio por haberlo hecho, el club en el que jugaba Stephenson le regaló un sombrero. A partir de entonces, se popularizó esta costumbre y se extendió a otros deportes como el fútbol. A lo largo del siglo XX, aficionados de algunos clubes ingleses lanzaban desde la grada un sombrero para celebrar el tercer gol de algún jugador. Todavía hoy se producen casos parecidos, y seguramente los aficionados al fútbol recordarán que hasta hace poco la afición del Betis lanzaba desde la grada un sombrero al jugador Emaná cada vez que marcaba un gol.

Aunque ya no se regalan sombreros a los autores de un «hat-trick», se ha mantenido esta expresión para hacer referencia a tres goles de un mismo jugador en un solo partido, y el regalo que se lleva, en vez de ser un sombrero, es el balón del partido.

Espero que os haya entretenido mi pequeña historia, y felicidades a todas las Almudenas.

 
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Publicado por en 9 noviembre, 2011 en Ruegos y preguntas

 

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Al pan pan…

Hoy es fiesta, ¡pero en tique con q no descansamos nunca! Se nos pidió que comentáramos algo sobre el refrán «al pan pan y al vino vino»:

Este dicho es una propuesta de sinceridad y transparencia; es decir, propone llamar a las cosas por su nombre. Pone dos ejemplos de palabras cortas y sencillas a las que es mucho más fácil llamar «pan» o llamar «vino» que decir «masa de harina, por lo común de trigo, y agua que se cocina en el horno y sirve de alimento» o  «licor alcohólico que se hace del zumo exprimido y fermentado derivado de las uvas”, tal y como dice la Real Academia.

 
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Publicado por en 9 noviembre, 2011 en Ruegos y preguntas

 

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Shots y chupitos

Estrenamos la sección de Ruegos y Preguntas con una pregunta que surgió en referencia a una entrada de mi compañera Elena, que títuló «16 shots, OMG, really?»

Allí se presentó la duda sobre el origen y la validez o no del término «shot» como sustituto de «chupito».

«Shot» es una palabra utilizada en Latinoamérica, especialmente en Argentina, cuyo significado es el mismo que «chupito». Su uso está bastante extendido, aunque se considera un extranjerismo innecesario, dado que  se puede usar tanto «chupito» como «medida». Por ejemplo: Se tomó dos medidas de tequila.

Espero que os resulte satisfactoria la resolución de la duda. Volveremos a publicar muy pronto en esta sección.

 
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Publicado por en 7 noviembre, 2011 en Ruegos y preguntas

 

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